Desde
el nacimiento de los mellizos, Aleksei ejerció de padre. Llevaba
años trabajando como pareja de Martha y sentía que era su
obligación como compañero. Además, desde el principio, la madre se
había mostrado distante con sus hijos y alguien debía hacerse cargo
de ellos.
Jerry
era un niño alegre, cariñoso y muy simpático. Le gustaba corretear
por todas partes y jugar con todos los miembros del circo. Pronto,
tuvo su primera oportunidad en el mundo del espectáculo. Un papel
pequeño dentro de la función. Tan sólo tenía que entregar un
paquete a Goliat el gigante. Pero en cuanto aparecía en el
escenario, el público dejaba escapar un largo, tierno y entrañable
“¡Ooooh!” Que se tornaba en horror y repugnancia cuando
descubrían la tercera oreja de su frente. Todo un éxito. Él solo,
era capaz de vender todas las entradas de la función. Más de uno de
los actores hubiese deseado semejante muestra de asco hacia su
persona, pero eso era un don que no estaba al alcance de cualquier
artista.
Rose
Mary, sin embargo, fue una niña solitaria y retraída. Era tal su
belleza, su hermosura y su perfección que nadie quería estar a su
lado. Todos se sentían más horribles y más monstruosos cada vez
que estaban cerca de aquel ser.
No
dijo sus primeras palabras hasta los 4 años, aunque nadie se dio
cuenta de su silencio. Pasaba los días sentada en una vieja silla de
enea. Lejos de todo el mundo. Mirando al infinito y en silencio.
Solamente Jerry y Aleksei eran capaces de atraer su atención. Su
hermano conseguía, en algunas ocasiones, que ambos diesen un pequeño
paseo juntos e incluso que jugasen a rayuela.
Martha
nunca se acercó a su hija. Se sentía avergonzada de que un ser de
semejante belleza hubiese salido de su vientre. Estaba convencida de
que la culpa de todo la tenía el padre. Nunca debió montarse en ese
coche negro. Nunca debió entrar en aquel palacio. Nunca debió...
Hay noches, difíciles de olvidar.
Sin
embargo, cada vez que el coche negro aparecía por el circo, Martha
lo dejaba todo y se subía en él. Algunas veces, pasaban días hasta
que ella volvía y, en más de una ocasión, lo hacía con algunos
moratones en el cuerpo. Sin embargo, ella traía una enorme sonrisa y
un gran fajo de billetes que escondía en un bote de Eko bajo la
cama, junto con otros fajos de billetes. No siempre el espectáculo
sucedía sólo en el circo.
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