sábado, 20 de diciembre de 2014

La otra historia de Tom y Jerry

CAPÍTULO 9

Tom esperaba con impaciencia que Rose Mary viniese a buscarlo. Había decidido hablar con ella y decirle que la amaba. Sin embargo, aquella noche no parecía que la mujer barbuda fuese a visitarlo.
De pronto, en el silencio de la noche comenzó a oírse un murmullo. Los miembros del circo abandonaban sus caravanas y corrían hacia la de Martha. Tom se incorporó preocupado y caminó despacio hasta allí.
Los hombres miraban al suelo consternados. Las mujeres lloraban desconsoladas. Aleksei salió de la caravana, los miró en silencio durante unos segundos y confirmó la noticia. Martha había muerto.
Tom nunca llegó a hablar con ella. Sin embargo, sintió un profundo dolor en el pecho. Buscó a Jerry y a Rose Mary con la mirada. No los encontró. Había demasiada gente. Deseaba estar cerca de ellos, pero era imposible. Ya comenzaba a sentir las miradas inquisitivas de los allí presentes. No debía quedarse con el resto para velarla. Una vez más, no era bien recibido y tenía que marcharse. En el circo, seguía siendo un ser extraño y nadie quería hablar con él. Todos lo veían como una amenaza.
Caminó abatido hasta el árbol donde tenía sus cosas e intentó dormir, pero fue imposible. Rose Mary estaba en todos su pensamientos. No conseguía quitársela de la cabeza.
Al amanecer, muchos de los miembros del circo, abandonaron la caravana de Martha y se dirigieron a las suyas para descansar. Rose Mary salió y caminó decidida hacia Tom. En su rostro, podía verse el cansancio, pero nada más. De nuevo, aquella muchacha ahora convertida en la mujer barbuda, no mostraba sentimientos de ningún tipo.
- No quiero verte nunca más -dijo Rose Mary en cuanto estuvo delante de Tom.
- ¿Qué? -preguntó Tom sin comprender nada.
- He dicho que no quiero verte nunca más. Además, quiero que te marches de aquí. No eres bienvenido a este circo.
- Te quiero y no pienso marcharme -dijo Tom dolido y cargado de orgullo.
- ¿Que me quieres? Tú eres imbécil. Es imposible que puedas quererme, yo soy un monstruo y tú no. Desde que llegaste, no paras de decir tonterías. Te lo digo una última vez, márchate. Aquí ya no pintas nada.
Rose Mary se dio la vuelta y se marchó. Tom no hizo nada por ir tras ella, estaba destrozado.
Un coche negro se detuvo junto a las caravanas. El mismo coche negro que había esperado tantas noches a Martha. Un hombre atractivo, pelo canoso, delgado y bien vestido bajó del vehículo. Caminó hasta el hogar de Martha y entró. Unos minutos más tarde salió a la calle abatido. El conductor salió rápidamente del coche y lo ayudó a montarse en el automóvil. Cerró la puerta y se marcharon rápidamente.
La noche de la muerte de Martha, fue la noche en la que Jerry y Rose Mary conocieron a su padre. Sin embargo, nunca más volvieron a verlo y ellos nunca lo buscaron.




viernes, 12 de diciembre de 2014

La otra historia de Tom y Jerry

CAPÍTULO 8

- Quiero que veas una cosa -dijo Tom mientras caminaba con grandes zancadas.
- Ya te he dicho que no puedo hacer nada -habló Jerry enérgicamente-. Nunca conseguirás formar parte de este circo.
- Sé que tarde o temprano no os quedará más remedio que aceptarme. Estoy cansado de todo esto. ¿Tanto os cuesta ver que soy igual que vosotros?
- A veces pienso que todo es una broma -respondió Jerry resignado-. ¿Qué ves cuando te miras al espejo? ¿Ves a alguien con un rostro como el mío o como el de mi hermana o el de mi madre? Sé que tú no nos ves como los demás, pero eso no significa que seas como nosotros. Aunque te esfuerces, siempre estaremos en mundos distintos.
Tom sintió que las palabras de Jerry eran sinceras. Durante los últimos dos meses había viajado tras el circo “Des monstres de papiers” sin conseguir absolutamente nada. En ese tiempo, Jerry se había convertido en su mejor amigo y Rose Mary, le había robado el corazón.
- Sólo quiero que veas una cosa -insistió Tom-. Quizás cambie tu opinión sobre mí.
Tom sacó de su maleta un cuaderno rojo. Lo abrió y, de su interior, cogió una fotografía en blanco y negro. Tras mirarla apenas dos segundos, se la dio a Jerry. Éste la miró detenidamente. No hizo falta que Tom le dijese nada para comprender que la mujer que estaba en la fotografía era su madre y el niño el propio Tom. Ambos estaban acompañados por un hombre cuya cabeza había sido cortada en la imagen y, sorprendentemente, los tres se encontraban en la entrada del circo.
- ¿Quién es este hombre? -preguntó Jerry.
- No sé realmente quién es. Pero algo me dice que es mi padre y que forma parte de este circo.
Jerry volvió a mirar la fotografía detenidamente. Sabía perfectamente quién era el hombre que aparecía en ella. Lo había visto muchas veces sobre el escenario. Cuando niño, siempre sintió fascinación por sus actuaciones.
- Este hombre es el Señor Médez. Cuando yo era niño, él era una de las estrellas del circo y el cartel con su imagen estaba por todas partes. Recuerdo perfectamente que llevaba este mismo traje en las fotografías. Hace tiempo que ya no actúa, está enfermo. Ahora tenemos nuevo hombre elefante y él, sólo se dedica a la venta de entradas y a ejercer de portero cuando la función ha comenzado.
Jerry le devolvió la fotografía a Tom. Éste la guardó sin mirarla dentro de la libreta roja. Ahora sentía que todo tenía sentido. Durante años había vivido buscando su lugar en un mundo de monstruos y siempre había sido rechazado por ser normal. Sin embargo, él no era normal. Su padre era el hombre elefante. Él era su hijo. En su interior había genes de monstruo. Con suerte, sus hijos serían futuros hombres elefantes.
- No quiero que digas nada -le dijo Jerry casi susurrándole-. Es mejor que no enseñes esa fotografía a nadie más por ahora. Te ayudaré a que hables con tu padre y descubras la verdad de todo. Ahora, tengo que irme. Prométeme que no hablarás de esto con nadie. Ni con mi hermana tampoco.
- Con nadie -respondió Tom extrañado.
- El circo de los monstruos puede convertirse en un lugar muy peligroso si no hacemos bien las cosas. Me marcho, mañana seguiremos hablando.
Tom miró como se alejaba Jerry mientras pensaba en su padre. Muchas eran las preguntas, ahora que conocía la verdad. Sin saber muy bien por qué, comenzó a sentir miedo. Un miedo casi imperceptible que le apretaba el estómago y le recorría todo el cuerpo. Comenzó a caminar. Quería dejar atrás todo, buscar un lugar donde esconderse, donde refugiarse del temor a la verdad.
Caminó durante horas abstraído en sus pensamientos. Recorrió las calles de la nueva ciudad donde había llegado el circo, ajeno al ruido y a la gente con la que se cruzaba. Comenzó a llover. El agua le hizo salir de su ensimismamiento. Empapado aceleró el paso y buscó el camino de regreso al circo. Encontró refugio bajo uno de los toldos de la parte trasera de la carpa y se tumbó en el suelo.
Rose Mary caminaba bajo la lluvia como un espectro. Se acercó a Tom con paso decidido. Se detuvo junto a él. Lo miró durante unos minutos. Le tendió la mano y ambos se marcharon juntos hacia la caravana de ella.
Aquella relación sin palabras, basada en la pasión, era lo más hermoso que Tom había vivido nunca.

jueves, 4 de diciembre de 2014

La otra historia de Tom y Jerry

CAPÍTULO 7

La función estaba a punto de terminar cuando Tom llegó al circo “Des monstres de papiers”. Intentó entrar, pero el Hombre Elefante le impidió el paso.
    • No se puede pasar con la función empezada. Son normas del circo.
    • ¿Quién es el encargado? -preguntó Tom.
    • El señor Ribery es el dueño. Antes lo fue su padre y antes que él su abuelo. ¿Qué quieres? ¿Por qué lo buscas?
    • Quiero trabajar en el circo -respondió Tom con determinación.
El Hombre Elefante lo miró de arriba a abajo. Aquel chico que tenía frente a él parecía normal. Era absurdo que quisiese trabajar en un lugar como ése. Sintió curiosidad y preguntó.
    • ¿Por qué quieres trabajar aquí? No pareces un monstruo a simple vista.
    • Desde pequeño he sentido que mi lugar estaba en un circo de monstruos. Cuando cumplí dieciocho años, cogí la maleta y comencé mi viaje buscando un lugar donde trabajar. Hace un mes, alguien dejó bajo mi puerta una fotografía en la que aparecemos mi madre y yo junto a un hombre al que no puedo ver el rostro porque la imagen está cortada. La foto se hizo justo aquí, en la entrada del circo “Des monstres de papiers”.
    • ¿Puedo ver la fotografía? -preguntó inquieto el Hombre Elefante.
Tom sacó la imagen de la mochila y se la enseñó. El Hombre Elefante la miró con detenimiento durante largo rato. Él sabía perfectamente quien era el hombre cortado. De pronto, el interior del circo rompió en una gran ovación y el público comenzó a salir. Tom guardó la foto, mientras el Hombre Elefante se perdía entre la gente hacia el interior de la carpa.
Minutos después el señor Ribery, acompañado de Jerry, salió para hablar con Tom.
    • El señor Médez me ha dicho que quieres trabajar aquí -dijo.
    • Sí.
    • ¿Sabes que aquí sólo trabajan los monstruos? -preguntó el señor Ribery.
    • ¿Entonces por qué quieres trabajar aquí? -insistió Jerry-. No parece que seas un monstruo.
    • Algo en mi interior -respondió Tom-, me dice que soy un monstruo como cualquiera de vosotros. Estoy cansado de vivir una vida que no me corresponde. Mi aspecto no representa lo que soy y yo no tengo la culpa de haber nacido normal. Sé que puedo trabajar aquí y puedo ser tan monstruoso como cualquiera de vosotros. Además, una fotografía me ha traído hasta aquí.
Tom les mostró la imagen en blanco y negro.
    • Una foto tomada en la entrada de nuestro circo no significa nada -dijo el señor Ribery-. Hay mucha gente que se fotografía en este mismo lugar. No voy a contratarte. Lo siento. Hay que ser alguien especial para trabajar aquí y tú no lo eres.
El señor Ribery se dio la vuelta y se marchó sin decir nada más. Tom estaba abatido. Creía que en aquel lugar, por alguna extraña razón que no llegaba a comprender, encontraría su hogar. Sin embargo, no había sido así. Al igual que en los otros circos, también había sido rechazado.
Jerry lo miraba perplejo. No podía entender como un chico normal deseaba formar parte de un lugar como ése. Aunque nadie hablase de ello, él sabía que todos deseaban huir del allí. Los miembros del circo “Des monstres de papiers” soñaban en secreto con ser normales y tener una vida como la de cualquier espectador.
    • ¿Saben quién es el hombre de esta fotografía? -preguntó Tom.
    • No -contestó rotundo el señor Ribery.
    • Estoy convencido de que el hombre que aparece en esta fotografía trabajó o trabaja en este circo -dijo Tom intentando descubrir algo en sus miradas que pudiese ayudarle en su búsqueda.
    • No creo que trabaje aquí -dijo el señor Ribery mientras le entregaba la foto a Tom y comenzaba girarse para regresar al interior del circo.
    • No pienso marcharme -dijo Tom enrabietado-. Estoy convencido de que éste es mi lugar y os lo demostraré. Además, estoy seguro de que el hombre de la foto es mi padre.
Jerry sabía que el hombre de la fotografía trabajaba allí. Apenas hacía unos minutos que acababa de estar con él. Sin embargo, dentro del circo las reglas eran muy estrictas y nadie hablaba de nadie fuera del circo y, menos, con alguien normal. Aquella foto en blanco y negro no significaba nada. Ni siquiera Tom podía asegurar que él fuese el niño que aparecía en ella.
Rose Mary llegó buscando a su hermano. La cena estaba lista y todos lo estaban esperando. Miró a Tom detenidamente, pero no dijo nada. Jerry se despidió de Tom y se marchó con ella hacia el interior del circo.
Tom se sentó bajo un árbol junto a las caravanas de los artistas. Se sentía cansado de ir de un lugar a otro. Ahora estaba seguro de que por fin había encontrado lo que estaba buscando. Aún no sabía cómo, pero conseguiría trabajar en el circo “Des monstres de papiers” y descubrir quién era su padre.
A medianoche, una mano tocó el hombro de Tom y éste despertó sobresaltado. Su mirada se clavó en el rostro de Rose Mary. Ella lo cogió de la mano y, sin decir nada, lo llevó hasta su caravana. Aquella noche, la mujer barbuda y el chico normal, apenas durmieron.