miércoles, 12 de noviembre de 2014

La otra historia de Tom y Jerry

CAPÍTULO 5

Tom estaba tumbado en la cama de la pensión. Se sentía abatido y agotado. Llevaba meses recorriendo una ciudad tras otra. Visitando circo tras circo sin conseguir que ninguno le diese la oportunidad de mostrar todo lo que había dentro de él. Tom entendía que debía ser complicado para los dueños de los circos ver en él al monstruo que llevaba dentro. Sin embargo, no comprendía como ninguno de ellos había querido darle, siquiera, una oportunidad. Quizás su madre tenía razón y aquel sueño que lo había acompañado desde la niñez, era tan sólo una estupidez más en su vida.
Un ruido lo sacó de su ensimismamiento. Oyó pasos tras la puerta. Era un caminar lento e irregular. Como de alguien que arrastra una pierna. Los pasos se detuvieron y todo quedó en silencio. Tom miraba la puerta fijamente. Estaba seguro de que la persona que caminaba en el pasillo se había detenido tras ella, tras su puerta. No sabía muy bien qué hacer. Esperó. Alguien metió por debajo de la puerta un sobre blanco y golpeó el marco dos veces.
Tom se incorporó de la cama y se dirigió rápidamente hacia el picaporte. Abrió sin vacilar y miró a ambos lados del pasillo. No había nadie. El largo corredor estaba completamente vacío. Tan sólo el pequeño zumbido de las bombillas amarillas rompía un silencio frío que hizo temblar a Tom. Su cuerpo se estremeció inexplicablemente. No estaba solo. Aunque la persona que había dejado aquel sobre en su habitación hubiese desaparecido, él sabía que no estaba solo y que el insólito frío que atería su cuerpo provenía de algo o de alguien que sentía justo a su lado. Como un espectro que lo miraba detenidamente mientras analizaba su rostro milímetro a milímetro. Aquello era demasiado extraño. Es cierto que llevaba unos días con la sensación de que alguien lo seguía, sin embargo, no había sido capaz de descubrir quien era. Aquella forma de actuar y aquel sobre, demostraban que él estaba en lo cierto y que había una persona tras sus pasos.
Cogió el sobre del suelo y se sentó en la cama. No había nada escrito. Lo abrió con cuidado y encontró, en su interior, una foto. La sacó y la miró fijamente durante varios minutos. No podía creerse lo que sus ojos veían. ¿Cómo era posible que una foto como esa hubiese llegado a sus manos así? No sabía qué pensar.
Poco a poco, Tom se fue tumbando en la cama. No dejaba de mirar la foto. Aún no había conseguido quitarse el frío de encima. Buscó una manta para taparse mientras absorto miraba aquella imagen. Al final, agotado, se quedó dormido.
Sobre la cama, junto a él, una fotografía en blanco y negro. En ella, aparecía la madre de Tom muy joven, sonriente y feliz, con un bebé en sus brazos y, a su lado, un hombre. Bueno, el cuerpo de lo que parecía un hombre, pues el trozo de fotografía donde se encontraría la cabeza estaba arrancado. En la parte superior derecha, sobre la madre de Tom, podía leerse: Circo “De monstres de papier”.

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