CAPÍTULO
5
Tom estaba tumbado en la cama de
la pensión. Se sentía abatido y agotado. Llevaba meses recorriendo
una ciudad tras otra. Visitando circo tras circo sin conseguir que
ninguno le diese la oportunidad de mostrar todo lo que había dentro
de él. Tom entendía que debía ser complicado para los dueños de
los circos ver en él al monstruo que llevaba dentro. Sin embargo, no
comprendía como ninguno de ellos había querido darle, siquiera, una
oportunidad. Quizás su madre tenía razón y aquel sueño que lo
había acompañado desde la niñez, era tan sólo una estupidez más
en su vida.
Un ruido lo sacó de su
ensimismamiento. Oyó pasos tras la puerta. Era un caminar lento e
irregular. Como de alguien que arrastra una pierna. Los pasos se
detuvieron y todo quedó en silencio. Tom miraba la puerta fijamente.
Estaba seguro de que la persona que caminaba en el pasillo se había
detenido tras ella, tras su puerta. No sabía muy bien qué hacer.
Esperó. Alguien metió por debajo de la puerta un sobre blanco y
golpeó el marco dos veces.
Tom se incorporó de la cama y se
dirigió rápidamente hacia el picaporte. Abrió sin vacilar y miró
a ambos lados del pasillo. No había nadie. El largo corredor estaba
completamente vacío. Tan sólo el pequeño zumbido de las bombillas
amarillas rompía un silencio frío que hizo temblar a Tom. Su cuerpo
se estremeció inexplicablemente. No estaba solo. Aunque la persona
que había dejado aquel sobre en su habitación hubiese desaparecido,
él sabía que no estaba solo y que el insólito frío que atería su
cuerpo provenía de algo o de alguien que sentía justo a su lado.
Como un espectro que lo miraba detenidamente mientras analizaba su
rostro milímetro a milímetro. Aquello era demasiado extraño. Es
cierto que llevaba unos días con la sensación de que alguien lo
seguía, sin embargo, no había sido capaz de descubrir quien era.
Aquella forma de actuar y aquel sobre, demostraban que él estaba en
lo cierto y que había una persona tras sus pasos.
Cogió el sobre del suelo y se
sentó en la cama. No había nada escrito. Lo abrió con cuidado y
encontró, en su interior, una foto. La sacó y la miró fijamente
durante varios minutos. No podía creerse lo que sus ojos veían.
¿Cómo era posible que una foto como esa hubiese llegado a sus manos
así? No sabía qué pensar.
Poco a poco, Tom se fue tumbando
en la cama. No dejaba de mirar la foto. Aún no había conseguido
quitarse el frío de encima. Buscó una manta para taparse mientras
absorto miraba aquella imagen. Al final, agotado, se quedó dormido.
Sobre
la cama, junto a él, una fotografía en blanco y negro. En ella,
aparecía la madre de Tom muy joven, sonriente y feliz, con un bebé
en sus brazos y, a su lado, un hombre. Bueno, el cuerpo de lo que
parecía un hombre, pues el trozo de fotografía donde se encontraría
la cabeza estaba arrancado. En la parte superior derecha, sobre la
madre de Tom, podía leerse: Circo
“De monstres de papier”.
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