viernes, 12 de diciembre de 2014

La otra historia de Tom y Jerry

CAPÍTULO 8

- Quiero que veas una cosa -dijo Tom mientras caminaba con grandes zancadas.
- Ya te he dicho que no puedo hacer nada -habló Jerry enérgicamente-. Nunca conseguirás formar parte de este circo.
- Sé que tarde o temprano no os quedará más remedio que aceptarme. Estoy cansado de todo esto. ¿Tanto os cuesta ver que soy igual que vosotros?
- A veces pienso que todo es una broma -respondió Jerry resignado-. ¿Qué ves cuando te miras al espejo? ¿Ves a alguien con un rostro como el mío o como el de mi hermana o el de mi madre? Sé que tú no nos ves como los demás, pero eso no significa que seas como nosotros. Aunque te esfuerces, siempre estaremos en mundos distintos.
Tom sintió que las palabras de Jerry eran sinceras. Durante los últimos dos meses había viajado tras el circo “Des monstres de papiers” sin conseguir absolutamente nada. En ese tiempo, Jerry se había convertido en su mejor amigo y Rose Mary, le había robado el corazón.
- Sólo quiero que veas una cosa -insistió Tom-. Quizás cambie tu opinión sobre mí.
Tom sacó de su maleta un cuaderno rojo. Lo abrió y, de su interior, cogió una fotografía en blanco y negro. Tras mirarla apenas dos segundos, se la dio a Jerry. Éste la miró detenidamente. No hizo falta que Tom le dijese nada para comprender que la mujer que estaba en la fotografía era su madre y el niño el propio Tom. Ambos estaban acompañados por un hombre cuya cabeza había sido cortada en la imagen y, sorprendentemente, los tres se encontraban en la entrada del circo.
- ¿Quién es este hombre? -preguntó Jerry.
- No sé realmente quién es. Pero algo me dice que es mi padre y que forma parte de este circo.
Jerry volvió a mirar la fotografía detenidamente. Sabía perfectamente quién era el hombre que aparecía en ella. Lo había visto muchas veces sobre el escenario. Cuando niño, siempre sintió fascinación por sus actuaciones.
- Este hombre es el Señor Médez. Cuando yo era niño, él era una de las estrellas del circo y el cartel con su imagen estaba por todas partes. Recuerdo perfectamente que llevaba este mismo traje en las fotografías. Hace tiempo que ya no actúa, está enfermo. Ahora tenemos nuevo hombre elefante y él, sólo se dedica a la venta de entradas y a ejercer de portero cuando la función ha comenzado.
Jerry le devolvió la fotografía a Tom. Éste la guardó sin mirarla dentro de la libreta roja. Ahora sentía que todo tenía sentido. Durante años había vivido buscando su lugar en un mundo de monstruos y siempre había sido rechazado por ser normal. Sin embargo, él no era normal. Su padre era el hombre elefante. Él era su hijo. En su interior había genes de monstruo. Con suerte, sus hijos serían futuros hombres elefantes.
- No quiero que digas nada -le dijo Jerry casi susurrándole-. Es mejor que no enseñes esa fotografía a nadie más por ahora. Te ayudaré a que hables con tu padre y descubras la verdad de todo. Ahora, tengo que irme. Prométeme que no hablarás de esto con nadie. Ni con mi hermana tampoco.
- Con nadie -respondió Tom extrañado.
- El circo de los monstruos puede convertirse en un lugar muy peligroso si no hacemos bien las cosas. Me marcho, mañana seguiremos hablando.
Tom miró como se alejaba Jerry mientras pensaba en su padre. Muchas eran las preguntas, ahora que conocía la verdad. Sin saber muy bien por qué, comenzó a sentir miedo. Un miedo casi imperceptible que le apretaba el estómago y le recorría todo el cuerpo. Comenzó a caminar. Quería dejar atrás todo, buscar un lugar donde esconderse, donde refugiarse del temor a la verdad.
Caminó durante horas abstraído en sus pensamientos. Recorrió las calles de la nueva ciudad donde había llegado el circo, ajeno al ruido y a la gente con la que se cruzaba. Comenzó a llover. El agua le hizo salir de su ensimismamiento. Empapado aceleró el paso y buscó el camino de regreso al circo. Encontró refugio bajo uno de los toldos de la parte trasera de la carpa y se tumbó en el suelo.
Rose Mary caminaba bajo la lluvia como un espectro. Se acercó a Tom con paso decidido. Se detuvo junto a él. Lo miró durante unos minutos. Le tendió la mano y ambos se marcharon juntos hacia la caravana de ella.
Aquella relación sin palabras, basada en la pasión, era lo más hermoso que Tom había vivido nunca.

1 comentario:

  1. Creo que no te había comentado antes en tu blog, pero que sepas que me encanta la historia que tienes entre manos, que he ido leyendo semanalmente. Mejora a cada capítulo, y a mi juicio demuestra una gran sensibilidad.
    Lo que más me gusta es que escribes con un lenguaje sencillo, porque veo muchos escritores que comenten el error de usar "palabros" complejos creyendo que así sus textos serán mejores.
    Sigue así :)

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