CAPÍTULO
8
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Quiero que veas una cosa -dijo Tom mientras caminaba con grandes
zancadas.
-
Ya te he dicho que no puedo hacer nada -habló Jerry enérgicamente-.
Nunca conseguirás formar parte de este circo.
-
Sé que tarde o temprano no os quedará más remedio que aceptarme.
Estoy cansado de todo esto. ¿Tanto os cuesta ver que soy igual que
vosotros?
-
A veces pienso que todo es una broma -respondió Jerry resignado-.
¿Qué ves cuando te miras al espejo? ¿Ves a alguien con un rostro
como el mío o como el de mi hermana o el de mi madre? Sé que tú no
nos ves como los demás, pero eso no significa que seas como
nosotros. Aunque te esfuerces, siempre estaremos en mundos distintos.
Tom
sintió que las palabras de Jerry eran sinceras. Durante los últimos
dos meses había viajado tras el circo “Des
monstres de papiers” sin conseguir absolutamente nada. En ese
tiempo, Jerry se había convertido en su mejor amigo y Rose Mary, le
había robado el corazón.
- Sólo quiero que veas una cosa
-insistió Tom-. Quizás cambie tu opinión sobre mí.
Tom sacó de su maleta un
cuaderno rojo. Lo abrió y, de su interior, cogió una fotografía en
blanco y negro. Tras mirarla apenas dos segundos, se la dio a Jerry.
Éste la miró detenidamente. No hizo falta que Tom le dijese nada
para comprender que la mujer que estaba en la fotografía era su
madre y el niño el propio Tom. Ambos estaban acompañados por un
hombre cuya cabeza había sido cortada en la imagen y,
sorprendentemente, los tres se encontraban en la entrada del circo.
- ¿Quién es este hombre?
-preguntó Jerry.
- No sé realmente quién es.
Pero algo me dice que es mi padre y que forma parte de este circo.
Jerry volvió a mirar la
fotografía detenidamente. Sabía perfectamente quién era el hombre
que aparecía en ella. Lo había visto muchas veces sobre el
escenario. Cuando niño, siempre sintió fascinación por sus
actuaciones.
- Este hombre es el Señor
Médez. Cuando yo era niño, él era una de las estrellas del circo y
el cartel con su imagen estaba por todas partes. Recuerdo
perfectamente que llevaba este mismo traje en las fotografías. Hace
tiempo que ya no actúa, está enfermo. Ahora tenemos nuevo hombre
elefante y él, sólo se dedica a la venta de entradas y a ejercer de
portero cuando la función ha comenzado.
Jerry le devolvió la fotografía
a Tom. Éste la guardó sin mirarla dentro de la libreta roja. Ahora
sentía que todo tenía sentido. Durante años había vivido buscando
su lugar en un mundo de monstruos y siempre había sido rechazado por
ser normal. Sin embargo, él no era normal. Su padre era el hombre
elefante. Él era su hijo. En su interior había genes de monstruo.
Con suerte, sus hijos serían futuros hombres elefantes.
- No quiero que digas nada -le
dijo Jerry casi susurrándole-. Es mejor que no enseñes esa
fotografía a nadie más por ahora. Te ayudaré a que hables con tu
padre y descubras la verdad de todo. Ahora, tengo que irme. Prométeme
que no hablarás de esto con nadie. Ni con mi hermana tampoco.
- Con nadie -respondió Tom
extrañado.
- El circo de los monstruos
puede convertirse en un lugar muy peligroso si no hacemos bien las
cosas. Me marcho, mañana seguiremos hablando.
Tom miró como se alejaba Jerry
mientras pensaba en su padre. Muchas eran las preguntas, ahora que
conocía la verdad. Sin saber muy bien por qué, comenzó a sentir
miedo. Un miedo casi imperceptible que le apretaba el estómago y le
recorría todo el cuerpo. Comenzó a caminar. Quería dejar atrás
todo, buscar un lugar donde esconderse, donde refugiarse del temor a
la verdad.
Caminó durante horas abstraído
en sus pensamientos. Recorrió las calles de la nueva ciudad donde
había llegado el circo, ajeno al ruido y a la gente con la que se
cruzaba. Comenzó a llover. El agua le hizo salir de su
ensimismamiento. Empapado aceleró el paso y buscó el camino de
regreso al circo. Encontró refugio bajo uno de los toldos de la
parte trasera de la carpa y se tumbó en el suelo.
Rose Mary caminaba bajo la lluvia
como un espectro. Se acercó a Tom con paso decidido. Se detuvo junto
a él. Lo miró durante unos minutos. Le tendió la mano y ambos se
marcharon juntos hacia la caravana de ella.
Aquella relación sin palabras,
basada en la pasión, era lo más hermoso que Tom había vivido
nunca.
Creo que no te había comentado antes en tu blog, pero que sepas que me encanta la historia que tienes entre manos, que he ido leyendo semanalmente. Mejora a cada capítulo, y a mi juicio demuestra una gran sensibilidad.
ResponderEliminarLo que más me gusta es que escribes con un lenguaje sencillo, porque veo muchos escritores que comenten el error de usar "palabros" complejos creyendo que así sus textos serán mejores.
Sigue así :)