CAPÍTULO 11
Tom esperaba a Jerry con
impaciencia. El espectáculo había comenzado hacía apenas unos
minutos y sabía que no tenía mucho tiempo. Todo debía hacerse con
rapidez.
Jerry llegó maquillado y vestido
para la función.
- ¿Estás seguro de lo que vas
a hacer? -preguntó Jerry.
- Sí. Quiero ser parte de este
circo y lo voy a conseguir -respondió Tom seriamente.
- Como quieras, pero si en algún
momento te arrepientes, dímelo y pararemos.
Tom hizo un gesto de asentimiento
con la cabeza. Estaba decidido a hacerlo y nada ni nadie iba a
impedírselo. Aunque hacía tres semanas que por fin había conocido
a su padre e, incluso, a su abuela, su vida no había cambiado lo más
mínimo. Su padre no había vuelto a hablar con él, el rechazo de
los miembros del circo era aún mayor que antes y para Rose Mary
había dejado de existir. Nada de lo que hiciese o dijese conseguía
atraer su atención.
Jerry no quería hacerlo. Aquello
le parecía una locura. Sin embargo, sin entender muy bien porqué,
había sido incapaz de negarse a la extravagante y siniestra petición
que hacía dos días le había hecho Tom. Al principio pensó que
todo era producto del vino que estaban bebiendo. Hasta le pareció
divertido en un principio. Sin embargo, a la mañana siguiente,
cuando Tom le recordó la estúpida idea y le puso fecha, hora y
lugar, Jerry apenas pudo mantenerse en pie. ¿Cómo era posible que
Tom le estuviese hablando en serio? Ambos sabían que lo que estaban
a punto de comenzar, acabaría mal. Muy mal.
Tom abrió la bolsa y sacó la
sierra, agujas e hilo negro. Le temblaban ligeramente las manos
cuando se los entregó a Jerry. Éste colocó las agujas y el hilo
negro junto a él y agarró la sierra con fuerza. No quería que Tom
descubriese que tenía miedo.
- ¿Por donde quieres que
empiece? -preguntó Jerry.
- Por los pies. Un pie, una
mano, un pie, una mano. ¿De acuerdo?
Tom se tumbó en el suelo, junto
a la puerta de entrada del circo “Des monstres de papiers”.
Jerry, incapaz de mirarlo a los ojos, comenzó a cortarle el pie
derecho. De fondo, se escuchaba la función, las risas, los gritos de
horror y los aplausos. Tom apretaba los dientes con fuerza mientras
las lágrimas caían por su rostro. Después del pie derecho,
continuó con la mano izquierda y luego el pie izquierdo y la mano
derecha. Con los cuatro miembros amputados, cogió el hilo negro y
las agujas y comenzó a coser. Treinta y siete minutos más tarde
había terminado. Los pies de Tom ahora estaban donde su manos y
éstas ocupaban el lugar de sus pies. La sangre cubría todo el suelo
y, lo peor de todo, la hemorragia no cesaba.
- ¿Cómo te encuentras?
-preguntó Jerry.
- ¿Soy ya un monstruo? ¿Crees
que por fin podré formar parte del circo? -preguntó tembloroso Tom.
- Estoy seguro de que ahora
nadie podrá decir que no eres un monstruo. Te has convertido en el
mayor de los monstruos. Estoy orgullosos de ti.
- Por fin lo he conseguido -dijo
Tom mientras intentaba levantarse del suelo sin éxito-. No tengo
fuerzas para levantarme.
- Tom, creo que te estás
muriendo -dijo Jerry mientras le agarraba la cabeza para ayudarle a
incorporarse un poco.
- Lo sé. Quiero ver a mi padre
y a tu hermana. ¿Podrías ir a buscarlos?
Jerry se incorporó
inmediatamente y corrió al interior de la carpa. Buscó a Médez y a
Rose Mary y les contó lo que estaba sucediendo en la puerta del
circo. En apenas un minuto, todos los artistas y el público conocían
la noticia. Todo el mundo corrió hacia la calle. Nadie quería
perderse el espectáculo.
Tom no podía creerse lo que
estaba viendo. Rodeado de monstruos y espectadores asombrados y
fascinados se sintió por primera vez protagonista de la función.
Rose Mary y el hombre elefante se
arrodillaron juntó a Tom.
- ¿Qué has hecho? -preguntó
Rose Mary.
- ¿Por qué lloras? -preguntó
a su vez Tom.
- ¿Por qué lo has hecho? -Rose
Mary se pasó la mano por los ojos intentando detener sus lágrimas,
pero era imposible. El desconsuelo, la pena y la rabia de perder a
Tom eran insoportables.
Una enorme sonrisa se mostraba en
el rostro de Tom. Por primera vez en su vida era feliz. Miró a su
alrededor, vio a su padre que lloraba desconsolado, a los artistas
que apenas podían contener las lágrimas y al público que lo
miraba seducido y entregado a un acto único. Entonces Tom buscó de
nuevo a Rose Mary con la mirada.
- Te amo Rose Mary -Tom susurró
sus últimas palabras y murió.
Rose Mary gritó de dolor
mientras se abalanzaba sobre Tom, lo abrazaba y lo besaba. Médez, el
hombre elefante, extendió los brazos hacia el cielo y gritó el
nombre de Tom una y mil veces. Los artistas y el público comenzaron
a aplaudir, lo hicieron con todas sus fuerzas y durante varios
minutos. La ovación pareció eterna y resonó en toda la ciudad.
Ninguno de los que estaban allí olvidarían ese momento. Sin lugar a
dudas, había sido el mejor espectáculo que habían visto jamás.
Tom, por fin, había conseguido
formar parte del circo “Des monstres de papiers”.
FIN
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