jueves, 22 de enero de 2015

La otra historia de Tom y Jerry

CAPÍTULO 10

Había pasado una semana desde la muerte de Martha y no había vuelto a hablar con Rose Mary. Ni con ella ni con nadie. Desde la muerte de la madre de los mellizos, parecía que la distancia entre el circo y él había crecido aún más. E incluso Jerry parecía un extraño las pocas veces que se habían encontrado.
Por primera vez, Tom estaba decidido a marcharse. Desde el comienzo de su viaje había soportado el rechazo de todos y cada uno de los circos en los que había estado. Incluso había soportado el rechazo del circo “Des monstres de papiers” donde había descubierto que se encontraba su padre y donde estaba seguro que era su hogar y el lugar donde tarde o temprano se convertiría en un artista. Sin embargo, no podía soportar el dolor de ver cada día a Rose Mary y sentir su indiferencia y su rechazo. Ese dolor era lo más terrible que jamás hubiese sentido y no parecía que fuese a acabar nunca.
Intentó hablar con Jerry una vez más para despedirse. Pero éste no pudo atenderle. Tenía demasiado trabajo para hablar ahora. Quizás más tarde o mañana podrían tener esa conversación. Tom sabía que no hablarían nunca más.
Una anciana vestida de negro llegó al circo. Contempló la carpa, las caravanas, a los artistas y a Tom junto a su árbol. Caminó hasta ponerse a su altura. Tom estaba absorto en sus pensamientos mientras guardaba sus pocas pertenencias en la maleta y no se percató de la llegada de la anciana.
- ¿Qué haces? -preguntó la anciana.
- ¿Qué? -preguntó Tom asustado. Las palabras de la mujer lo habían sacado de su ensimismamiento y lo habían devuelto a la realidad-. ¿Quién es usted?
- Veo que estás recogiendo tus cosas, supongo que te marchas. ¿Has descubierto quien es tu padre por fin?
- Sí. Aunque no he hablado con él y no creo que sepa quien soy yo. ¿Y usted? ¿Quién es? -preguntó Tom cada vez más sorprendido. La anciana lo conocía-. ¿Me conoce?
- ¿Que si te conozco? Por supuesto. Toda tu vida he estado ahí, sin que te hayas dado cuenta. Hace años, yo formaba parte de este circo, pero lo dejé todo para estar cerca de ti.
- ¿Por qué?
- Soy la madre del hombre elefante. Médez es mi hijo y tú mi nieto. Yo fui quien dejó la fotografía bajo la puerta de la pensión. Yo fui quien te guió hasta aquí y ahora no voy a permitir que te marches sin que conozcas a tu padre.
Tom no sabía que decir. Aquella extraña anciana era su abuela. Ella lo había conducido hasta el circo “Des monstres de papiers”. Sin embargo, no entendía como ella nuca se había acercado a él en el pasado o nunca él la había visto en su vida. El aspecto de aquella mujer era demasiado peculiar para pasar desapercibida.
- ¿Cómo es posible que nunca antes nos hubiésemos visto? -preguntó Tom.
- Eso es fácil de explicar -respondió la anciana y acto seguido, desapareció-. Soy la mujer invisible. Por eso nunca me has visto aunque siempre estuviese ahí. Ahora vas a conocer a tu padre -la mujer invisible se volvió visible de nuevo-. Sígueme.
Tom la siguió. Caminaron hacia la carpa. Entraron. En su interior encontraron al dueños del circo y a Médez, el hombre elefante que era su padre. Ambos se sorprendieron mucho cuando vieron a la anciana junto a Tom.
- ¿Qué haces tú aquí? -preguntó Médez.
- Vengo a hacer lo que tú no has sido capaz de hacer en veinte años. Estoy aquí para que conozcas a tu hijo -respondió la anciana mientras agarraba el brazo de Tom.

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